Desde el principio de todo, el universo ha sido sólo
vibración, cada estrella, planeta, cometa, asteroide o galaxia vibra a una
frecuencia derivada de ese origen como una gran composición musical que podría
llamarse “La Sinfonía de la Creación”.
Proveniente del latín
“compositîo” o “compositionis”, Composición es una palabra cuyo significado etimológico más radical quiere decir
“acción y consecuencia de darle a cada cosa la función que le corresponde”. Es una
manera de expresar el hecho de ordenar u organizar varios elementos para
conformar un conjunto o estructura coherente, así como para la creación de
obras musicales, en el ámbito artístico. Para la tradición culta europea es
requerido el estudio de diversas disciplinas como la armonía, el contrapunto,
orquestación y conocimiento de formas musicales para un aspirante ser
denominado compositor.
Sin embargo, en la naturaleza, cada objeto, sustancia, fluido, material,
animal o persona, está conformada por partículas que responden y actúan según
la influencia de las energías que circundan por nuestro universo tales como las que más
conocemos: la energía nuclear, los rayos X, los ultravioleta, infrarrojo y una
infinidad de formas de energía que aun queda por descubrir. Y los fotones
corresponden a una de las partículas energéticas que somos capaces de observar,
aunque sólo en una pequeña fracción de su espectro. Los humanos, como seres
vivos producto de una composición de partículas energéticas, comparten entre sí
una similar frecuencia vibratoria. De haber distintas frecuencias entre sí, se
producen sistemas de adaptación de los cuales depende la salud y funcionamiento
de todo sistema biológico, en este caso, nuestra especie.
Un compositor al idear sus melodías, en cada uno de sus intervalos, está siendo un interprete de el espacio-tiempo como si fuese un instrumento musical ya que estará creando una realidad que ha sido forjada por sus melodías. Podemos ver al cuerpo humano como una placa de Chladni, (aquel experimento que nos permite observar los cambios estructurales que provoca el sonido en un objeto metálico), en la cual las frecuencias vibratorias pueden afectar directamente nuestros estados de ánimo y de salud. Incluso podemos hablar de las terapias de escucha binaural en la que se somete a un paciente a sonidos estéreo cuyas frecuencias interactuan con las ondas radioeléctricas naturales que emite nuestro cerebro, traduciendose en una ayuda a varios niveles de la vida cotidiana como pueden ser: la relajación, concentración, visión y otras cualidades ocultas de nuestra mente.
Otra referencia de importancia es el trabajo del Dr Masaru Emoto en el que demostraba el efecto de determinados tipos de música en micro cristales de agua congelada, revelando impactantes resultados.
Dicho esto, puedo llegar a explicar el motivo de este artículo.
La música es un estado vibracional que tiene la capacidad de elevar y modificar nuestro estado de conciencia, es un medio para crear, motivar, enseñar, curar,
predicar directamente sobre las partículas de cada ser vivo. La composición
musical a través de cada sonido, nota, acorde o intervalo está creando
ramificaciones en la realidad, así como lo menciona el escritor J. R.
R. Tolkien en su universo literario, es una forma de definirle voluntariamente un
rumbo a la infinita red de
probabilidades de la cual vivimos a merced, La composición musical es una de las
maneras de influir positivamente en el entorno y el ecosistema que nos rodea,
con mensajes que salen de lo profundo de nuestra alma, transfigurándose en
hermosas obras musicales. Es una manera de ejercer o de actuar en pro de
nuestro maltratado medio ambiente.